Ya van dos días desde que comenzó la enésima tormenta política con la historia de los aviones americanos que, cargados de presos y dirigiéndose al limbo jurídico, humano e histórico de Guantánamo, hicieron escala en suelo nacional, o bien utilizaron el espacio aéreo patrio a sabiendas del gobierno, según desvelan ahora los documentos secretos a los que tuvo acceso, no sé cómo ni me importa, el periódico El País.
La verdad es que la noticia no me sorprendió nada, y creo que es muy triste que no me sorprenda un atropello semejante a todo lo que puede considerarse un valor mínimamente humano, y aparte de no sorprenderme, me resulta indiferente, simplemente un poco de ruido que se olvidará muy pronto.
Somos más chulos que un ocho, somos capaces de repartir clases de moralidad política y democrática a diestro y siniestro. Tenemos la mala costumbre de ver los defectos de los pueblos ajenos, sobre todo cuanto menos occidentales sean.
Hay un proverbio árabe que dice que el camello no ve su joroba, y creo que en España, políticamente, somos un poco camellos, ya que tenemos una joroba bien grande y fea porque tenemos una clase política sin ningún tipo de conciencia moral y nada de honestidad política. Entendemos que la política es esquivar y echar balones fuera ante cualquier cosa, y ya si en vez de esquivar sacas pecho y desenvainas tu buena chulería pues entonces ya eres un político de bandera, amigo.
Toda esta reflexión cabreada viene desde que me enteré que el ministro de interior indio ha presentado su dimisión tras los atentados de Bombay, y que el jefe de gobierno del estado al que pertenece la ciudad sacudida por al barbarie terrorista (que sería algo similar a un presidente autonómico, supongo) ha puesto su cargo a disposición del parlamento para que decida si merece ser cesado pese a no tener competencias ni recursos para hacer frente a un ataque terrorista. De verdad que me parece un gesto mas que respetable y que honra mucho a los dos cargos indios.
Quisiera buscar en la historia política española una dimisión voluntaria, un mea culpa, un gesto que rompa el corporativismo partidista, y no encuentro…
Ángel Acebes sigue sin disculparse por el teatro lamentable del 11M y sigue apareciendo como si no hubiera sido el director de orquesta de una de las farsas mas vergonzosas que se recuerdan, farsa que se descubrió como tal desde el primer momento, pero aun así, en lugar de pasarse el resto de su vida pidiendo perdón, aun hubo que aguantarlo cuatro años más, dando clases de moral cual ramera que predica la ética del amor.
Otro ejemplo pepero, el de Álvarez Cascos con la catástrofe del Prestige. No sólo no dimitió tras su nefasta administración de la crisis, sino que por encima lo condecoraron con la medalla de oro de Galicia ese mismo año, y vino el día del apóstol a recibir la medalla en un acto de provocación que sólo alguien con la chulería de Don Manuel, ex ministro franquista/presidente demócrata podía organizar.
Y el gobierno actual no se salva, que las artimañas del año pasado para salvar a la ministra de fomento ¡Tela marinera!
Me acordé el otro día de Robin Cook, el difunto ex ministro de exteriores británico que dimitió por estar en contra de la guerra de Irak, y que cuando vio que aquello era inevitable le dijo a Blair: “Por ahí no paso, y ahí te quedas”. Este señor mostró con su dimisión un acto de moral humana, antes que política. Este mismo acto es imposible de imaginar en España, donde sólo cuenta la lealtad al jefe de filas del partido, incluso a expensas de la ideología, ya por no hablar de moral humana.
A todo esto, no podía faltar Aznar en este artículo, que a día de hoy, incluso con Bush admitiendo de alguna manera que la guerra fue un error, sigue sacando pecho y paseando su orgullo y su egolatría por el mundo a delante y defendiendo lo indefendible, ejerciendo de abogado de una causa que incluso su autor se declara culpable, siendo mas papista que el papa, o bueno, en este caso en concreto, mas imbécil que Bush, que no es poco…
La democracia española es todavía muy joven, y creo que queda mucho camino, así como creo que necesitamos una mezcla de humildad y autocrítica y evaluación propia, para no perder el norte.