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29.11.08

Introducción a la política.. en un cubata


Tras ocho cubatas en 4 bares, en el quinto la encontré..

Era morena, de pelo rizo, con unas gafas tipo bibliotecaria que atraían mucho lo que yo pensaba que era una inquietud intelectual y resultó ser una perversión freudiana.

Con paso tambaleante cual péndulo me dirigí hacia su mesa, y al llegar me tiré casi en plancha en la primera silla que había a su lada, y respondí con la sonrisa mas tonta que tenía a su mirada de sorpresa.

Tras librarme de la sonrisa tonta, e intentando vencer el sobrepeso que adquirió mi lengua de repente:” ¿Quiere que le resuma todas las tendencias políticas en una historia breve, señorita?”. Y sin abandonar su mirada de sorprendida, pero con una mini sonrisa que decía “Vamos a ver que tontería cuenta este gilipollas” asintió con la cabeza.

Y entonces comencé:” Imagínese que hace mucho, mucho frío, y que solo tenemos una manta finita para taparnos, a partir de ahí voy a resumirle como se solucionaría ese problema según las tendencias políticas”. Y tras un trago y una calada: “Si bordamos una hoz y un martillo en la manta, y la colgamos en la pared y nos quedamos sin abrigo, seríamos unos buenos comunistas”, y tras una pequeña sonrisa de su parta continué:”Y si coge usted la manta y la dobla por la mitad para que sea el doble de gruesa pero la mitad de extensa, y se tapara con ella dejándome a mi sin abrigo, estaríamos hablando del capitalismo”, y ella puntualizó:” Sí, y entonces para no sentirme mal te compraría un paquete de clínex para que te tapes con ellos, pero antes me quedo con la mitad del paquete para secarme el sudor del exceso de calor bajo la manta doble”.

Me gustó la puntualización, y me animó a atacar, entonces le dije:”Y si nos tapamos con la manta que tengamos, y nos calentamos mutuamente en un abrazo fogoso que dure hasta el amanecer, estaríamos construyendo la socialdemocracia, el socialismo de rostro humano”, y el punto final de mi propuesta fue una bofetada que convirtió a mi oreja en una campana de la catedral.

Con la mano sobre la huella rojiza de su palma sobre mi cara, la observé alejándose, mientras buscaba en mi cabeza insultos suficientes para verterlos sobre la puta madre que parió a Fukuyama y los mal nacidos Neoconservadores.