No hay duda de que la deserción del viceministro de petróleo y recursos minerales es una mala noticia para el régimen. Más allá del puesto que el individuo haya ocupado o sus aptitudes personales. Es un alto funcionario del gobierno, un tecnócrata salido de las entrañas del partido Baath, que estaba en el cargo hasta ayer mismo.
Es una buena noticia para la oposición. Es indicativa del desgaste del régimen, pero tampoco es un hito demasiado grande ni marca una gran diferencia, o por lo menos no lo hace de la manera que algunos medios apuntan.
Cuando hablamos del régimen sirio nos referimos a una espesa red de relaciones e intereses políticos, económicos y de seguridad- militares. Esta red cuenta con cuatro componentes básicos, con difusas fronteras entre ellos: El clan Asad, los poderes económicos, el ejército, y los aparatos de Seguridad del Estado. Esta red está muy por encima de la estructura del Estado y sus instituciones, y el gobierno solo es un mero instrumento tecnócrata y burocrático. Por ejemplo, cualquier mando provincial de la Seguridad Política tiene, sin duda, más poder e influencia económica que el propio ministro del interior, pese a que, sobre el papel, es su jefe.
Las deserciones que marcan la diferencia son las que ocurren en esta red de poder supraestatal. Las que ocurran en el gobierno o aparatos de la estructura institucional, aunque indiquen desgaste y den mala imagen del régimen y alegrías a la oposición, son menores.