Venimos sufriendo la fiebre de los números desde que decidimos adoptarlos como la mejor manera de expresión de la racionalidad. La valoración cuantitativa de lo que nos rodea nos permite actuar de una manera científica, racional y razonada.. sin sentimentalismos.
Nuestro diálogo vital se ha reducido a variantes y expresiones de ecuaciones matemáticas.. gráficas, diagramas, porcentajes, índices, ratios, etc.. Tratamos los problemas y los desafíos, tanto personales como colectivos, "reduciendo" esto, "incrementando" lo otro.. sumando y restando.
Lo de nacer con un pan debajo del brazo se ha convertido en un cuento arcaico y rancio. Hay que nacer con una calculadora, y si funciona con luz solar mucho mejor porque "consume" menos.
Abro un reportaje sobre una guerra cualquiera y encuentro tres diagramas de cajas progresivos, el primero explica (racionalmente) el incremento del número de víctimas, en el segundo se explica el aumento del gasto militar de ambos lados, en el tercero se expone el baile de precios de ese mineral o aquel petróleo que, casualmente, existe en el sitio donde quiso el destino ¿Numérico? que se iniciara una guerra por dios, la patria, la liberación, el trono o lo que sea.. Parece que incluso las casualidades se han vuelto racionalmente numéricas.
Deberíamos pararnos a pensar si es lógico y justo que se utilice el mismo método de expresión para un precio y para "cuantificar" sufrimiento.. y deberíamos encontrar el fallo histórico que hace que el primero nos importe más simplemente porque cotice en los mercados.. ese mundo onírico de luces rojas y verdes y gráficas como serpientes.. tienen la misma forma pero las primeras son mucho más venenosas.
No es culpa de los números, ellos no tienen voluntad.. no pueden deshumanizar a nadie, sólo un humano es capaz de deshumanizar a otro humano, claro que previamente debe sufrir un proceso de auto-deshumanización, un proceso que cada vez es más rápido y profundo.
Nos escondemos detrás de los números porque tenemos miedo a nuestros mismos. A veces este escudo no es suficiente así que tenemos que utilizar otro escudo igual de poderoso: Nos ponemos a salvo de todo aquello que no podemos expresar con números ignorándolo.. como niños caprichosos.. si no lo veo no existe, ¡No quiero verlo!
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