Hoy, 26 de febrero, se celebra un referéndum para aprobar el nuevo proyecto de constitución para el país, una constitución “reformista” y “aperturista” según el régimen, una “farsa” según la oposición.
Hay muchos aspectos aberrantes en el texto del proyecto constitucional, ya sea porque concentra el poder absoluto en la figura del Presidente, dejando el supuesto pluralismo parlamentario en mero decorado, o porque no garantiza ningún mecanismo para controlar ese poder presidencial ni propone mecanismos para disolver el núcleo de poder político- económico- militar que gobierna el país saltándose toda ley y toda constitución. El problema de Siria no reside en una constitución desfasada (que lo estaba) sino en que el poder no respeta ninguna regla ni ley, ni la antigua, ni la nueva.
Por supuesto, no ha habido Asamblea Constituyente, ni el más mínimo gesto de transparencia democrática en el proceso de elaboración del texto a refrendar. El propio presidente ha nombrado una comisión de tecnócratas afines, estos elaboraron un texto que el propio presidente aprobó y mandó convocar un referéndum para ratificarlo en solo 15 días. No hay garantías ni observadores para ese referéndum. El propio régimen admite que hay parte de la población que no podrá opinar sobre el texto, ya que se encuentra en “zonas calientes” donde no se celebrará referéndum. Los sirios en la diáspora tampoco tienen derecho a votar.
Lo lógico es que gane el “Sí” por una amplia mayoría, al estilo de los famosos 99,9% de los referéndums sobre la renovación del poder de padre e hijo, aunque no es del todo descartable que elijan el teatrillo de perder la votación para aparentar una democracia inexistente.