Se Cumple en estas fechas el Quinto aniversario de la muerte (o más que probable asesinato) del Yasser Arafat, el legendario dirigente palestino. Un aniversario que seguramente pasará casi desapercibido dentro del panorama general de la agónica situación que vive el pueblo palestino, con un asedio asfixiante a la franja de Gaza que la ha convertido en la cárcel más grande del mundo, y con la política xenófoba y de autentico "Apartheid" del gobierno de ultraderecha de Netanyahu en Cisjordania, donde todos los derechos palestinos son pisoteados sistemática y obsesivamente con el pretexto de la colonialización y sus requisitos de seguridad.
Arafat sigue siendo mucho más que un difunto dirigente para el pueblo palestino (y eso se puede considerar tan desmérito de sus sucesores como mérito suyo), es icono de su lucha por sus derechos y libertades, es la historia del campo de refugiados que un día se levantó, pese a todo, contra la tiranía de la usurpación sionista de su país y su tierra con delirantes excusas mitológicas sin lógica ni base más que su concordancia con los intereses económicos y geoestratégicos de las potencias occidentales, pero también fue Arafat quien firmó la venta de gran parte de los derechos legítimos del pueblo palestino a cambio de nada, la nada expresada con engañosos y cínicos eufemismos.
En Oslo y lo que vino después, Arafat entregó todo lo que tenía a Israel, hizo concesiones inaceptables a un bajísimo precio, casi gratis, concedió y siguió concediendo hasta que dijo basta, ya no podía conceder más porque ya no le quedaba nada que no haya dado sin recibir más que migajas, y fue ahí cuando se agotó su utilidad para occidente e Israel y pasó de un heroe pacifista galardonado con el Nobel de la paz a ser todo un escollo en el camino a la "paz", lo humillaron, desprestigiaron y encerraron en su despacho de Ramallah durante más de 3 años, de donde sólo salió para morir.
Una de la escenas míticas de Arafat se produjo en la asamblea general de la ONU en el año 1974 (video adjunto) cuando se plantó en el estrado y entonó aquello de " Vengo con un ramo de verde olivo en una mano, y el fusil del revolucionario en la otra, os pido que no dejéis que esa rama de olivo caiga de mi mano".. Sabido es ya que no sólo dejaron caer la rama de olivo sino que la tiraron y la pisotearon, tiraron el fusil y le cortaron las manos para que no se le ocurra coger nada más en su vida..
Y sigue la cara siniestra de la historia su camino...