La víctima |
Se ve el asfalto polvoriento de una
calle que luego sabremos que está en Aleppo. Un hombre en
calzoncillos blancos está tirado en el suelo con las manos atadas.
Está sucio y ensangrentado, y recibe unos cuantos palos de uno de
los soldados que lo rodean antes de que otro soldado comience a
arrastrarlo por los brazos atados. No es fácil determinar la edad de
este hombre, quizá entre 40 o 50 años, pero su estado hace difícil
asegurarlo.
Mientras lo arrastran por el asfalto
tapizado con polvo, tierra, suciedad varia y algún que otro
casquillo, le siguen cayendo palos. Uno de los soldados recuerda a
sus compañeros que no está permitido dispararle, y comienza una
discusión macabra sobre si los golpes que está recibiendo están
dificultando su arrastre. El hombre está aturdido, rozando un
desmayo en el que acaba cayendo durante unos largos segundos, pero
antes de eso repite que sus hijos son lo más valioso que tiene.
El soldado que lo arrastra le exige a
uno de sus compañeros que lo ayude a arrastrarlo, y entre los dos
logran levantar al hombre que, tras unos pasos dificultosos, vuelve
al suelo incapaz de vencer a esas rodillas dobladas por el cansancio,
o el miedo, o ambas cosas. El que arrastraba primero decide parar y
pedirle un cuchillo a sus compañeros para cortar el cable con el que
tienen maniatado al hombre; era más fácil arrastrarlo entre dos.
Antes de eso no se olvida de pisotearle la cara y el pecho. El
enfoque sube en algún momento y se ven, al lado de los uniformados,
otros jóvenes armados vestidos de civil; los Shabbiha, las milicias
de matones paramilitares.
Continúa el arrastre del hombre por
una asfalto en el que empiezan a verse las marcas de las cadenas de
los tanques con más claridad. El prisionero ha vuelto a perder el
conocimiento, y los soldados siguen recordándose que todavía no se
le puede disparar, y uno de ellos habla de “machacarlo cuando
lleguemos arriba”. En medio de este diabólico trayecto el hombre
recupera el conocimiento y empieza a rogarles a los soldados que le
dejen despedirse de sus hijos, que están en su casa, en Al Quattane
-un barrio popular de Aleppo-, explica el hombre a los soldados.
De repente se vuelven a pararse porque
se han encontrado con otros soldados, y el que está filmando enfoca
la cara del hombre, que sigue suplicando que le dejen despedirse de
sus hijos. Ahí, con tono de estar divirtiéndose, el que filma le
dice al hombre:”Te llevo a junto tus hijos si a cambio me follo a
tu esposa”. El hombre se queda callado unos instantes, y, aturdido
y confuso, le contesta:”Por Dios, mi esposa es mi alma, y mis hijos
también, es mi prima, mi mujer, mi alma, la corona de mi cabeza (una
expresión de cariño)”. El mismo diálogo se repite dos o tres
veces hasta que uno de los soldados con los que se cruzaron se le
acerca al hombre y le da una patada en la cabeza mientras le pregunta
a los soldados que lo llevaban si querían liquidarlo ahí mismo. El
que lleva la cámara dice que no y se vuelve para recordarle a uno de
los compañeros que no hay que matar al hombre por ahora porque el
coronel lo quería ver antes, pero el que preguntó hace caso omiso y
arrastra rápidamente al hombre entre las risas de los otros
soldados. El cámara no logra más que seguir la estela de polvo que
deja detrás el desconchado cuerpo del hombre antes de que se escuche
un sonido seco y contundente. Uno de los soldados espeta:”¡Ahí
va!”, y otro dice divertido:”Te acabas de follar a su madre”
(Termino que, claramente vulgar, indica que le acaba de hacer un gran
daño), un tercero se acerca al cuerpo del hombre y dice no estar
seguro de que esté muerto. El vídeo no deja ver qué le hicieron al
hombre, pero, por lo que ya se observó como una macabra tendencia en
otras grabaciones filtradas, lo más probable es que le lanzaran un
bloque de hormigón sobre la cabeza. La grabación termina con la voz
del que filma discutiendo sobre qué había ordenado el coronel y el
general antes de exigirle al que había matado al pobre hombre que
fuera a explicarle al coronel lo que había sucedido.
Este relato cuenta el contenido delúltimo vídeo filtrado de los teléfonos y las cámaras de los
soldados y los Shabbiha. Unas filtraciones que comenzaron desde los
primeros días del levantamiento popular, y que se han multiplicado a
lo largo del último mes. Los soldados suelen intercambiar estas
grabaciones como si fuesen trofeos de guerra, y esto hace posible que
lleguen a manos de los rebeldes cuando capturan a soldados o matones,
pero éste no es el único método de obtenerlos, ni siquiera es el
más frecuente: hay soldados que ofrecen estos vídeos a activistas y
a medios de comunicación a cambio de dinero, o simplemente para que
le recuerden ese favor cuando caiga el régimen. No sabemos cómo se
filtró este vídeo, ni sabemos de cuándo es, pero los diálogos
entre los soldados y con el hombre quizás superen los momentos más
bestias y macabros de la mente de Tarantino, pero con una diferencia
enorme: Esto es Siria, y lo otro es ficción.