Como todas las tiranías absolutistas, el relato histórico de la vida del régimen sirio se articula perfectamente sobre la historia de los atropellos flagrantes que cometió contra todo tipo de oposición a su dictadura. El de Al-Asad es un régimen que ha entendido cualquier contradicción con sus políticas como una batalla existencial, y con esa actitud asentó, a base de violencia física y simbólica, la lealtad absoluta a su figura como único marcador de “patriotismo”. Fuera de ese marcador solo había “traición” y “traidores”. Durante los últimos 42 años, que es el tiempo que lleva durando la dictadura del clan Al-Asad (30 años Hafez, el padre. Y, hasta ahora, 12 años Bashar, el hijo) la mentalidad opresora fue la misma, y con ella se llegó a límites extremos de brutalidad que acabaron con la vida política e intelectual de un país que tardará muchos años en recuperarse.
La oposición política al régimen de Hafez Al-Asad comenzó a definirse desde su llegada al poder, fruto de un golpe de Estado en noviembre de 1970, en dos grandes bloques: Los Hermanos Musulmanes y la Junta Nacional Democrática. Los primeros, rama siria del movimiento panislámico e integrada, principalmente, por miembros de la burguesía conservadora suní, no soportaban la idea de convivir con un régimen militar totalitario, de retórica panarabista y socialista (es decir, amigo de nacionalizar, sobre todo si con ello consigue debilitar a posibles rivales), compuesto por oficiales que, en su mayoría, provenían de zonas marginadas del rural sirio, y buena parte de ellos descendían de minorías religiosas, sobre todo alauitas.
El segundo bloque, la JND, integraba a varios partidos panarabistas y de izquierdas, la mayoría de ellos eran escisiones de partidos ya existentes antes de la llegada de Hafez Al-Asad al poder y que, por discrepancias acerca de colaborar o no con el nuevo mandatario, sufrieron rupturas internas. El “nuevo” régimen se hizo una constitución a su medida que otorgaba al partido Baath “el liderazgo del Estado y de la sociedad” (artículo 8) pero permitía incluir a más partidos en una coalición denominada Frente Nacional Progresistas con la condición de aceptar el liderazgo absoluto del Baath y renunciar a todo tipo de actividad política independiente (es decir, a todo lo que no sea actos de pleitesía y salir en fotos de grupo) a cambio de privilegios político y económicos (partidas de dinero, coches e inmuebles, cuotas reducidas de cargos de bajo y mediano nivel). Aceptar o no esa oferta fue el motivo de la ruptura de partidos como el Partido Comunista Sirio o la Unión Socialista Árabe. El PC- Bureau Político, dirigido por Riad Turk, fue el partido más importante y activo dentro de la JND, y fue el intento más profundo de recrear el Eurocomunismo en el mundo árabe.
Aparte de estos dos grandes bloques existían los partidos kurdos, asentados básicamente en el norte de Siria. La batalla de los movimientos políticos kurdos fue por caminos diferentes a los del resto de la oposición siria, ya que sus metas se basaban en conseguir el reconocimiento identitario y coordinar con los kurdos de Turquía e Irak. Su relación con los dos principales bloques opositores sirios estuvo siempre marcada por la desconfianza, y todos los intentos de crear algún tipo de coordinación acabaron fracasando.
La primera década del régimen de Al-Asad fue la menos represiva, lo que no significa que haya sido buena. Ya no existía libertad de expresión, prensa o asociación, y el régimen se iba apoderando de todo espacio público posible (incluido colegios de primaria) para inculcar la doctrina de lealtad al régimen e idolatría de su cabeza, el “líder de masas”, el “mandatario supremo”, el “padre dirigente de los sirios”. La única diferencia con lo que vino después es que todavía no se recurría a la extrema ferocidad que conoció el país más tarde. Los HHMM estaban ilegalizados pero no se perseguían masivamente, y con la JND existía una suerte de tregua tensa que terminaría con el inicio de la década de los 80. Llegaban los “años de fuego” de la historia reciente de Siria.
Ya a partir de los últimos dos años de la década de los 70, los HHMM escalaron su actitud desafiante al régimen, que respondía con creces hasta que llegó el estallido de la guerra abierta con la matanza de la Escuela de Artillería de Alepo en junio de 1979, perpetrada a manos de la Vanguardia Combatiente, guerrilla paralela a los HHMM. Durante los 3 años siguientes ciudades como Hama (feudo de la Hermandad), Alepo, Idleb y Jisr Alshoghour fueron auténticos campos de batalla, atentados y asesinatos, y la situación continuaría hasta febrero de 1982, cuando las fuerzas especiales del régimen atacaron Hama con extrema brutalidad y sofocaron la sublevación de los HHMM. El balance humano fue aterrador: Entre 15- 25 mil muertos, miles de desaparecidos, expatriados y prisioneros. De aquellos años todavía queda el decreto 49 del año 1980, que condena a muerte a todo miembro, simpatizante o colaborador con los HHMM.
La JND no se quedó al margen durante estos “años de fuego”. No intervino en los enfrentamientos armados ya que, entre otros motivos, carecía de medios para ello, pero se enfrentó al régimen defendiendo que lo que se estaba viviendo en Siria era una crisis nacional provocada por el totalitarismo y la tiranía de Al-Asad, y que ante semejante crisis solo cabía la reforma democrática como solución, y para defender esa postura utilizó su influencia en los sindicatos y los colegios profesionales (el de abogados, principalmente). Al- Asad no perdonó y ordenó la detención masiva de dirigentes, militantes y simpatizantes de todos los partidos de la JND. Muy pocos se salvaron de condenas de entre 15-20 años tras juicios sumarísimos (o antes, ya que buena parte de los detenidos fueron juzgados tras 10, 12 o 15 años de detención sin acusación formal, entre ellos el propio Riad Turk, que pasó sus casi 18 años de prisión en régimen de aislamiento).
Uno de los episodios más feos de aquellos años sucedió en junio de 1980. La Vanguardia Combatiente había intentado asesinar a Hafez Al- Asad, pero el intento falló y la venganza llegó a mano del excéntrico y violento Rifaat, hermano de Hafez y jefe de las Brigadas de Defensa, su propio ejército de élite. Rifaat, junto a sus hombres, voló hacia la ciudad de Palmira, en pleno desierto, dónde se encontraba la cárcel más terrible del régimen. Allí ametralló a entre 600- 1000 prisioneros políticos, la mayoría de ellos integrantes de los HHMM. Rifaat salió de Siria en 1984 tras enfrentarse a su hermano e intentar arrebatarle el poder, y hoy en día reside en Marbella, dónde posee suculentos negocios de hostelería. Por supuesto, nunca fue juzgado.
Los años de fuego terminaron con el régimen cantando victoria y bailando la celebración sobre océanos de sangre. Había conseguido borrar a toda la oposición y le había inyectado una dosis fortísima de terror a su población cuyos efectos todavía duran. Salvo intentos por parte de universitarios de refundar partidos de izquierda radical, intentos heroicos y costosísimos en condenas largas, o intentos marginales de perfundir el baathismo iraquí de Sadam Hussein, enemigo íntimo de Hafez Al- Asad, no volvería a haber ningún tipo de vida política o intelectual en el país hasta muchísimos años después. Había nacido el Reino del Silencio*.
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* Término utilizado por el histórico dirigente comunista Riad Turk para definir la Siria del régimen de Al- Asad.